martes, 13 de agosto de 2013

Tener amos

No me gusta, nunca me ha gustado tener amos. No me gusta que me manden ni que me exijan ni que me digan cómo tengo que hacer mis cosas ni el qué. Pero me dejo a veces, como se dejaron domesticar los gatos algún día. Nunca he entendido cómo es que los gatos son domésticos si cuando caminan llevan el vaivén de la independencia irreparable. No sé cómo es que los gatos han decidido de repente ronronear cuando se les mima, pero sé que es la misma razón por la que yo.

domingo, 4 de agosto de 2013

Desvelo

Ella se desvelaba con él siempre. No juntos, más bien ella cuidaba el desvelo de él y eso derivaba en su propio desvelo. Y como resultado lógico, verdades dentro suyo perdían el velo, como ocurre siempre cuando sin quererlo o queriendo se queda uno despierto viendo alumbrar el cielo. La verdad de ser devota, por ejemplo, acoplada a los biorritmos de aquel hombre que a su lado sudaba caluroso el residuo inútil de las pastillas para dormir. La verdad de estar compartiendo una vida con él, la misma, como fetos de la misma madre. La verdad de la mezcla entre amor y apego que hizo que horas después al levantarse él, también ella lo hiciera preocupada por el desvelo, no por el propio, o mejor dicho sí, porque el de él de estar tan junto, había dejado de ser ajeno.