viernes, 17 de agosto de 2012

Mano

Hay una belleza enclenque que casi cualquier cosa derriba en ese poner tu mano en mi mano. Es tan efímera, tan circunstancial. No importa si reposa por poco o largo rato, hay un breve instante de chispa fugaz en donde aparece esa belleza tonta, un poco perdida, ingenua; la belleza de la ilusión de tenernos, de estar genuinamente entre tanto vacío y tanto espacio para habitar. Si ese momento se prolongase, desafiaría las leyes de la masa, el peso y la gravedad y mis lágrimas conmovidas saldrían por tus ojos, tu lengua se movería en mi boca, nuestras piernas andarían acompasadas y confundidas. Seríamos una amalgama imposible y excesiva y tu mano ya no reposaría en mi mano porque las dos serían la misma y estarían la una en la otra permanentemente, perennemente y sin salida.

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