sábado, 21 de julio de 2012

Decrepitud

Si tan sólo pudiera imaginarme vieja quizá perdería este miedo al tiempo. Hacerme a la idea de los ruidos del cuerpo, la piel caída, las varices, los músculos fofos. Al menos pensar mi cara con los rastros de la edad, o mejor aún, mi cabeza, mi corazón al que le han pasado los años. Si pudiera entender la decrepitud del cuerpo, la acumulación de los años en la trastienda de mi cerebro quizá andaría más consciente por el mundo de los mortales. Podría acercarme más y más a la muerte con la serenidad de un lápiz que no deja de ser tajado y se acaba. La fealdad es signo de mi perecer, pero yo no la entiendo y sólo me apanico, me aferro y me muero.

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