miércoles, 30 de mayo de 2012

Esa sangre

Pasa por la puerta en mi pecho dejando que el tiempo nos dé tiempo. Entra sigiloso por el paso estrecho de latir. Dentro podemos tomar el té y podemos hablar por horas sobre los espejos o la furia; o podemos contarnos en silencio cosas tenues y sutiles sobre el tacto imaginado de la mutua piel. Métete dentro y siéntate conmigo donde es cálido y escarlata, para que mientras nos susurramos todas las historias, nuestros fantasmas naufraguen en esa sangre especial de sólo a veces, perezcan asfixiados entre la sangre clara que contiene, únicamente cuando está a la vez dulce y asustado, mi corazón.

sábado, 26 de mayo de 2012

Ida y vuelta

Supongamos que los cruzo, todos esos kilómetros. Supongamos que los cruzo y llego hasta ti. Supongamos que nos gustamos, que nos gustamos mucho. Supongamos que hacemos el amor, que bailamos, que no nos anochece, que nuestro reflejo en los ojos del otro se ve profundo, nítido y bonito, que uno más uno suman miles. Supongamos que así es todo al otro lado de los tantos kilómetros. Entonces, sólo pienso una cosa: qué desamparo y qué desidia cuando vuelva de ese viaje de ida y vuelta que es siempre, siempre el amor.

Esperanza

Al nacer le pusieron Esperanza. Esperanza era el nombre de su madre que tuvo que ser la Esperanza para muchos y necesitaba ella misma una Esperanza. La pequeña cumplió bien su papel y pronto se convirtió en la luz de la Esperanza, miraba al mundo con ojos verdes tal como de ella se esperaba. Ya mayor conoció a un hombre que la amó ipso facto; no más verla, creyó recuperada la Esperanza. Tuvieron hijos y después de muchos años juntos, la vida comenzó a hacerse pesada y a llenarse de cotidianidades vanas. Comenzaron paulatinamente a hacer el amor con menos regularidad, a evitar las miradas plenas, a ver la tele en vez de conversar durante la cena. Un buen día, al hombre se le vió llorar profundamente desconsolado. Al preguntársele el motivo de su llanto, respondió lo que era obvio: que había, para siempre, perdido la Esperanza.

viernes, 25 de mayo de 2012

Carbón

Yo fui el leño, tú la chispa. Yo yacía firme dándole base a todo cuanto hubo de fuego entre nosotros, tú saltabas intermitente desprendiéndote de las brasas y luego volviendo a ellas. Sin fuego no habría habido chispa; sin chispa no habría habido leño, sólo habría existido un simple madero. Ahora que el fuego se ha apagado y mis restos carbonados se han liberado del ardor, ya no alimento llama alguna y albergo apenas un tibio calor. Ya no soy base y descanso en la tierra, agradecida y aliviada de ya no ser ni leño ni madero, entregada de lleno a ser carbón.

Uñas verdes

A las uñas de mis pies les gusta estar pintadas. Son muy coquetas y no aprecian el desaliño, les encanta pertenecer a un pié femenino. Escogen su color de barniz con meticulosidad de artista y luego se preocupan por no desentonar, por matizarse y ajustarse con todo lo demás. Primero les importaba sólo combinar con las uñas de las manos, así que ordenaban una coordinación tan tiránica como armónica. Satisfechas en su engreimiento, comenzaron luego a ocuparse de hacer juego con zapatos y calcetines, labor que probó ser engorrosa y apurada, tanto, que pronto en rebelión me exigieron no ser aprisionadas jamás en arminículo para andar alguno. Yo accedí de buena gana creyendo que ahí terminaba la colorida y jactanciosa pasión ungueal, y sintiéndome libre de su juego un día las pinté de verde. Tendría que haber yo sabido que tanta extravagancia reavivaría la vanidosa pulsión de mis uñas, que desde entonces han llevado a mis pies descalzos sin descanso por valles, praderas, bosques, montañas, lagos fangosos, mares caribeños y campos de golf.

viernes, 18 de mayo de 2012

Poesía erótica

¿Qué sentido tiene escribir poesía erótica si no en un cuerpo? Erotismo escrito con tinta, sobre papeles inmaculados y olorosos a cloro; sin los humores de la carne, sin suspiros.
No tiene ningún sentido. Ninguno.
La poesía erótica no se escribe, se hace.

lunes, 14 de mayo de 2012

Polen

El polen deambulando por el aire sólo se puede observar quedamente, no se puede escribir, al menos yo no puedo. No puedo escribir sobre la belleza de los copos que caen pausados como nieve cuando ya ha entrado la primavera y el sol arde sobre los prados limonados. No puedo escribir y me quedo impávida, viéndolos suspendidos y atemporales, o esperándolos venir arrastrados por un soplido a enroscarse entre mi pelo. Ya que no puedo escribir, sólo miro; miro los granos de polen iluminarse como pequeños soles despelucados, cada uno el centro de su propia galaxia expandida. En su sistema yo seré, si acaso, un asteroide remoto que en su presencia también brilla y flota.

martes, 8 de mayo de 2012

Ser todas las cosas

Hoy me duele todo. Me duele el cuerpo, me duelen los huesos, me duelen las pestañas, las uñas, el pelo. Me duelen los árboles, las casas, los coches, los perros, los letreros del metro. Me duelen las iglesias y los templos. Me duele la luz, los cometas, el viento, las montañas, los desiertos.
Tanto dolor exaspera mi deseo de, a veces, no ser todas las cosas.

A tu lado

Contigo mi pájaro libre es pájaro enjaulado, mi pájaro enmudece desesperado. Contigo las alas brillantes de batir desaforado, lucen opacas su enmohecido manto. Contigo no voy a ninguna parte; contigo no hay vamos; contigo mi pájaro ya no trina ni su música reverbera en el aire alcoholizado. No hay licor que pueda hacerlo cantar, a tu lado.

domingo, 6 de mayo de 2012

Idea

Tuve una idea salada que encerraba carpas doradas y pulpos dentro. Ya no me acuerdo qué idea era porque iba y venía como las olas del mar, hasta que ya no vino más. La idea se fue pero yo me quedé riendo, con las carpas y los pulpos haciéndome cosquillas desde dentro.

Llena


Hay noches como esta en las que simplemente mirando al cielo, siento que sólo necesito luna para estar yo también llena.

martes, 1 de mayo de 2012

Musa

Vino la musa a susurrarle a mi soledad palabras de algodón y de hierro, vocablos como chairas mullidas hechos tanto para desafiar mi miedo como para entibiar mis manos selladas que se resisten a dejarse ir. Ha llegado mi musa y ha llorado conmigo los entierros de todos los muertos que tengo dentro, a la vez que ha sido la comadrona de este parto eterno que me devuelve a la vida tras todos los fuegos del fuego. Con su llegada he sabido cuánto la hecho de menos, es decir, cuánto me extraño a mí misma cuando no me tengo, cuando me voy de mí, cuando me evaporo, me desaparezco.

Lluvia ingrávida

Primero el cielo se tupió, lleno de nubes grises gruesas que fueron haciéndose cada vez más espesas y comenzaron a tapar el sol. No lo ocultaron por completo, sino como si estuvieran provocando un eclipse, haciendo que sobre las calles y los paraguas precavidos alumbrara una luz cobriza con tintes azafranados. Aún no llovía, y el ambiente se mantuvo así por lo menos 20 minutos hasta que por fin gotas inmensas, gigantes, comenzaron a salpicar con una suavidad inconcebible. Era una lluvia imponente, pero que no mojaba los pies de nadie ni se acumulaba en charcos al extremo de la calzada. Las gotas brillaban en el espacio coloreado por el sol escondido como si fueran miel o ámbar, y flotaban en el aire pero no se las veía estrellar contra el suelo. Los transeúntes miraban hacia abajo sus zapatos secos y luego asombrados hacia arriba, viendo cómo el agua que había caído vencía la gravedad y volvía a reincorporarse ascendiendo remolona hasta alcanzar a la fuente de la que era originaria. El viento empujó las nubes rechonchas y plúmbeas lejos de los ojos estupefactos y se las llevó, llenas de lluvia ingrávida.