jueves, 1 de marzo de 2012
Indigestión
Ayer cuando no viniste, me comí tu plato y el mío. Saqué la carne de tus berenjenas porque sé que no te gusta la textura dura de la piel; saboreé el postre cremoso con miel y nata sin remordimientos por mi cintura. Bebí de ambas copas el vino tinto añejo que habíamos comprado juntos hace un año en Venecia, y te hice todas mis miles de preguntas hablando conmigo reclamos rancios y cansados. Al irme a la cama estaba embriagada de soledad, indigesta de tu ausencia y sorda de este silencio tuyo tan blanco, tan vacío y tan omnipresente.
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