lunes, 30 de enero de 2012

Agradecimientos

Una está agradecida por muchas cosas en esta vida. Una está agradecida por el agradecimiento mismo que balsamea el alma y hace ver las cosas más bonitas. Una quisiera agradecer por ser mujer y porque los hombres sean hombres y por encontrarse y también por desencontrarse con todos los que han llegado a la vida de una. Una está agradecida por haber tenido un padre que leía cuentos cada noche. Una está agradecida por haber tenido una madre que escribe poesías en secreto. Una está agradecida por tener una hermana que la lee a una y le comenta los relatos que una escribe tímidamente. Una está agradecida a ese hombre que vivió tanto tiempo con una y siempre la animó a escribir. Una agradece la belleza de las cosas, de las relaciones, del mundo. Una agradece tener un alma que ha sido torturada por sí misma y que teniendo las manos ocupadas en el teclado ya no puede más latigarse. Una agradece porque esa alma se ve a sí misma florecer. Una agradece a la escritura cuneiforme, a los sumerios, al alfabeto, a los libros y a los árboles que dan su vida por ellos. Una agradece que en el mundo exista el vino, la cerveza y el té. Una agradece a cada persona que ha pensado bien de sus textos y ha pedido más o ha comentado con entusiasmo de lector. Una agradece a los que se han ocupado de escribir las palabras que una no leerá y las que ha leído y le han causado un movimiento de placas tectónicas. Una agradece la vida, las súbitas muertes y el don de la palabra. Una agradece haber encontrado la manera de convertir su llanto en canto.

miércoles, 25 de enero de 2012

Obras Completas

Venía yo escribiendo tan contenta, haciendo alharaca con la lingüística correcta, hasta que un día se murió mi ego. Se murió sólo un poquito y sólo yo lo vi ahí, al pie de mí, muerto muertito y sin nadie que le publique sus obras completas.

Seguir a un hombre

Voy siguiendo a tu corazón con el mío, sigilosa, remotamente, acompañándolo mientras se aleja.

lunes, 23 de enero de 2012

Encontrarse o Perderse

Estaba viendo a un bailarín que decía que bailaba para encontrarse a sí mismo. Me pareció paradójico que mientras yo bailaba pensaba no en encontrarme, sino en perderme a mí misma porque al final no existe ninguna mí misma que encontrar. Una nueva paradoja vino cuando entendí que tampoco hay una mí misma que perder.

Influjo

Los atardeceres de invierno con sus nubes rojas azucaradas me endulzan la mirada y la impregnan de su textura algodonada. Las frambuesas saben a nube, pienso. Caída la noche bajo el influjo de la belleza cobriza, todo se ve distinto.

No-recuerdos

Despedirme de los recuerdos futuros de cosas que no hicimos juntos es como arrancar desde la raíz una planta que nunca llegó a dar flores. Siento compasión de Herodes matando algo que tan sólo asomaba cogollos con forma de marmota, de baile, de mar nocturno y de piano callado, imposible.

viernes, 13 de enero de 2012

Descongelamiento

Todo el mundo sabe cómo va eso de comenzar a descongelarse poco a poco después de un periodo de hielo. Se va perdiendo ese paisaje interior ártico, azulado, glacial, y el verdor aparece moderado pero aguerrido. Es un momento sublime pero el problema siempre será, para mí, lo de los osos polares. Durante el congelamiento me encariño con ellos, sus rugidos, su pelaje pesado y rastudo color mantequilla. ¡Son adorables!. Me desconsuela que tengan que morir indigestados con las fresas que crecen por ahí silvestres sin que yo lo quiera. Es triste, pero es lo que toca para que dentro mío sea de nuevo primavera. Me siento mejor sabiendo que sobre los cadáveres dejados por el deshielo nacerán hongos de colores y flores pequeñas, amarillas y rosas, que desprenderán olor a fresas.

Arista

Cambié un día. No un poco, sino radicalmente, quiero decir. Cambié y volví a Ciudad Falsa y me senté en la arista del cambio a ver quien había sido antes, cuál era la mujer que había recorrido esas calles. La que bailaba, la que investigaba el lenguaje, la que escribía y pensaba obsesivamente día y noche incansable, la que lavó los suelos con gotas salinas de su pena. Y observé desde mi arista que me sobraban todos los lugares y los pasos andados otrora, ya no supe encontrar mi propia alma en la persona que se había quedado. A la que volvió le urge poner sus ojos en algo genuino, pero falla, y se repite que lo que busca está en este texto, en cada letra, en este instante y no en las calles de Ciudad Falsa.

Echar en Falta

Qué triste es que la Tierra sea tan grande, que haya océanos, que tengas que tomar aviones para estar cerca porque estás lejos aunque la mayoría del tiempo echas en falta una serie de cosas sin las cuales la vida parece mucho más dura y árida. Quisiera uno rebelarse contra las leyes del tiempo y del espacio, pero la ignorancia ni eso deja. Así que uno sigue triste por la forma de la tierra y sus dimensiones que no caben en un abrazo.

martes, 10 de enero de 2012

Literatura Femenina

Me he pasado la vida odiando la literatura femenina por insubstancial, blanda, sensiblera y aburrida. Hacia mis 16 años decidí no leer libros escritos por mujeres que no fueran Sylvia Plath para ahorrarme el tiempo, el dinero y la decepción con las exponentes de mi propio género que me dejaban siempre con sabor a tontería y poco talento.
El exilio al que sometí la escritura de mujeres duró alrededor de 10 años, periodo al final del cual por pura casualidad me topé con ‘Delirio’, una obra maestra de la literatura. Su autora, Laura Restrepo, podría bien ganarse el Nobel, digo yo, que a estas alturas ya me he leído toda su obra. Me impresionó la fuerza de sus relatos, su manera de relatar precisa, incisiva, digna de un alma grande e imponente. Leyéndola no pude más que pensar en qué idiota había sido por perderme medio mundo literario sólo porque en mi adolescencia quise vomitar encima de alguna cursilería de la Allende. En ese momento comenzó mi reconciliación con las mujeres escritoras, y para qué voy a decir que no, también la aceptación de mi propia mujer y de todo lo relacionado con ella, comenzando por mi madre y mi patria. Descubrí en ese proceso que aceptar la ‘Feminidad’ y aceptar ‘Ser Mujer’ como que son dos cosas bien distintas. Para entonces, yo estaba bastante convencida de estar en paces con mi feminidad porque después de haber sido un marimacho toda mi adolescencia y parte de mi juventud temprana, ya disfrutaba de las faldas, el maquillaje, los accesorios y más recientemente de los escotes moderados y la coquetería descarada. Cocinaba con pasión, me arreglaba antes de salir, etcétera, etcétera. Si esas cosas eran la feminidad, es decir, si una mujer femenina es la que hace dichas cosas, mi rechazo a la literatura de mujeres no tenía nada que ver con una oclusión de ella. ¡Si yo era femenina!
El gradual gusto que le he ido tomando a las novelas escritas por mujeres me ha mostrado lo que realmente estaba yo repudiando en las páginas de los libros mujeriles. Comencé a intuirlo cuando leía Elena Ferrante, pero la cosa me cayó encima como un yunque ayer mientras entretenía mi paladar con la nueva novela de Marcela Serrano, otra obra que, por excepción del final que no hace honor al resto, considero impecable. El libro se llama nada más y nada menos que ‘Diez Mujeres’ y sí, relata 10 historias duras de mujeres admirables con unos dolores que todos se parecían a los míos que he llevado toda la vida. Doliendo el libro fue que me fui a enterar que ‘ser mujer’ remonta a muchísimo más que ‘ser femenina’. Evidentemente lo sabía desde antes, lo he sabido desde siempre, pero hay que ver lo ciegos que podemos ser a veces. Aceptar verse linda y ser seductora es un micro porcentaje de lo que ser mujer representa en nuestras sociedades de herencia latina. Cuando uno lee literatura femenina no puede más que ser confrontado con los destinos de esas congéneres que han sido madres, esposas, hermanas, hijas, locas, amadas y amantes y en todos esos roles han sido exponentes de terrible sacrificio. SACRIFICIO. Han perdonado lo imperdonable, acariciado lo imposible, arropado lo indefenso y lo vulnerable. Ser mujer hispana significa sacrificio y yo, que más bien podría decirme una intelectual contradependiente, quiero morir de asco, indignación e injusticia cuando pienso en el rol social que me ha sido asignado. Me entra una rebeldía que en un tiempo se vistió de ganas de ser hombre, en otro de ganas de matar al hombre y ahora de ganas de aprender a ser, no igual siquiera a él, simplemente yo misma desde la más profunda expresión de mi ser mujer, así no más, sin compararme todo el día con los machos a mi alrededor (Hábito desesperantemente agotador). También me avergüenza el feminismo amachado de vieja guardia que produjo su literatura en su momento, la cual para mi gusto puede perfectamente ser quemada con los sostenes de esas mujeres que nos quisieron condenar a ser lo que no somos.
Creo necesario que ya habiendo escritoras capaces de contar las historias del género que se ha construido en medio del patriarcado, comience a haber mujeres que narren una feminidad que no esté centrada en torno a los mismos cánones eternos y que tampoco sea ‘emancipada’ (por favor, qué palabra más horrible), sino que sea auténtica, espiritual y bella. Aquí vengo a poner mis letras, mi cabeza, mi corazón y mi útero completito por ese intento.

lunes, 9 de enero de 2012

Bosque de niebla

Qué ganas de estar en silencio, de quedarme completamente inmóvil para no oír siquiera mis propios pasos ni mi respiración estorbando los resoplidos de caballos, el zumbido de insectos desconocidos, los pájaros. Me quedo quieta dejando que la niebla me esconda y me envuelva, transformándome en nube con ella por un momento, antes de disiparse dejándome ver la montaña tupida de verde, latiendo la vida.

Pluma

Una pluma de ganso al viento, cayendo ligera y suave, sin dramas, sin miedo al contacto inminente con el suelo que significa el final de su vuelo apacible. Amando la tierra se entrega, le ofrenda sus angustias al vaivén. Observándola, ¡parece tan simple la existencia y el ejercicio de las libertades de mi espíritu!

Helecho

Amo los helechos, desde pequeña siempre me han fascinado. Nunca he sabido bien por qué, después de todo son plantas más bien sosas, sin flores, que extienden sus hojas uniformemente verdes para bañarse de sol. Ordinarias, claramente. Sin embargo, verlas desenrollarse lentamente desde el churrusquito anudado que son al principio, hasta su extensión completa que pelea contra la sombra, me hace siempre sonreír de ternura. Me maravillo frente a su forma fractal que parece contener las fórmulas del universo y toda su composición.
Supongo que estas cosas ocurren con cualquier elemento del mundo, con todos los frutos de esta tierra vibrante. Es una lástima que yo sólo pueda apreciar tanta magnificencia en la contemplación de un helecho.