miércoles, 26 de octubre de 2011

Penumbra

El frío del suelo en su costado derecho. La mejilla congelada, plana sobre la superficie uniforme y maderada. Junto a ella la mano reposaba lánguida, inerte, semi-abierta. Encendió una luz mortecina, pero la apagó en seguida para poder apreciar mejor la belleza que había en el asco repugnante y el desprecio que sentía. Percibió sus formas torneadas o puntiagudas, sus olores simultáneamente nauseabundos y aletargantes, su textura pegajosa de alquitrán. Con los ojos abiertos en la penumbra, palpó sus propias hostilidades y las acarició dulcemente tras las horas, en un arrullo que la absolvió suave y la entregó al sueño.

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